Roberto Azêvedo ha dejado su puesto como director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Un gesto “misterioso” e inesperado”, comentan en los pasillos de esta institución de Naciones Unidas con sede en Ginebra. Este mismo lunes tuvo reunión (virtual) con los ejecutivos con total normalidad. El político brasileño habría terminado su mandato a finales del 2021.
Para la OMC, llueve sobre mojado. Después de que desde el pasado 11 de diciembre su máxima institución administrativa, el Órgano de Apelaciones, el tribunal llamado a decidir sobre los conflicto internacionales se quedara bloqueado sin poder funcionar ante la negativa de EE.UU. de consensuar la renovación obligatoria de uno de sus miembros, gran parte de su fuerza política se había diluido.
No es un misterio que Donald Trump viera con malos ojos esta organización símbolo del multilateralismo, donde los grandes acuerdos tienen lugar por unanimidad de sus 164 miembros, en un momento en que el mandatario estadounidense se ha lanzado en una larga guerra comercial con China. Pese a que la mayoría de las resoluciones de la OMC, desde un punto de vista estadístico, hayan beneficiado en muchas ocasiones a los estadounidenses, el presidente nunca le perdonó a que dejara entrar entre sus miembros a Pekín en el 2001, que desde entonces se convirtió en un gigante del comercio mundial.
Ahora hay muchas especulaciones sobre esta decisión de Azêvedo. Algunos observadores recuerdan que no tuvo la talla política necesaria para conseguir implementar acuerdos de liberalización del comercio, que encadenaron desde la llamada ronda de Doha varios fracasos seguidos, salvo conseguir pactos en temas sectoriales de menor alcance.
Asimismo, el brasileño, aunque fue el primer director general procedente de un país emergente en la historia de la organización, no gozaba de la simpatía de un cierto grupo de países, a raíz de sus vínculos con el actual presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. De hecho, fuentes próximas a la OMC recuerdan como él esperaba que su mujer fuera nombrada ministra de Asuntos Exteriores de Brasil, algo que finalmente no ocurrió. Muchos esperan que ahora la organización pueda acelerar su pendiente proceso de reforma, al estar encallada en un funcionamiento todavía muy lento y burocrático.
En una entrevista al diario brasileño Valor, Azêvedo comentó que “si me hubiera mantenido en el cargo más tiempo hubiera sido peor. En un momento en que la organización está bloqueada por la pandemia, es mejor aprovechar el tiempo de forma productiva para encontrar a un sucesor”. El brasileño dijo que no tiene ambiciones políticas en su país.
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