A dos jornadas de la reunión del BCE y con la atención puesta en las negociaciones entre Reino Unido y la UE para evitar un Brexit duro, los inversores renovaron su apetito por la deuda, una tendencia que se vio acentuada en la periferia europea y permitió un nuevo mínimo histórico en la rentabilidad del bono español a 10 años. La incertidumbre que planea sobre cómo serán las relaciones comerciales entre la UE y Reino Unido fue motivo suficiente para que los inversores se lanzaran a la compra de bonos, un movimiento que llevó a la deuda española a 10 años al 0,029% al cierre, marcando un mínimo intradía en el 0,024%. Hasta la fecha el nivel más bajo registrado por la referencia española a ese plazo era el 0,035% que marcó en agosto de 2019. La prima de riesgo española se mantuvo sin cambios en los 63 puntos básicos.
Los niveles registrados este martes parecían impensables en marzo cuando el estallido de la pandemia disparó los rendimientos de la deuda a 10 años al 1,22%, cota que marcó en día 18 de ese mes, justo antes de que el BCE anunciara el programa de compra de activos frente a la pandemia. Desde entonces, el rendimiento de la deuda soberana ha ido en descenso y el BCE ha logrado estabilizar por completo el mercado financiero. Las reticencias iniciales del organismo que preside Christine Lagarde fueron visto con temor entre los inversores que temían que volviera a repetirse un escenario similar al vivido en 2011-2012, años en los que la crisis de deuda la zona euro puso en jaque el futuro del euro.
Los descensos registrados por la deuda española se extienden al resto de mercados, especialmente los periféricos, que en los últimos meses han despertado el interés de los inversores extranjeros, pues además de ofrecer cierta seguridad reportaban rentabilidades positivas frente a otras referencias como la alemana o francesa que cotizan en terreno negativo. Esta característica se extiende hoy también al mercado portugués donde el bono a 10 años cae a terreno negativo (-0,009%) por primera vez en su historia.
La renta fija, un mercado dependiente de las políticas monetarias ultralaxas de los bancos centrales, ha dejado de convertirse en un buen termómetro para conocer la salud de las economías. Organismos como el BCE y la Reserva Federal no han dudado en desplegar toda la artillería para mantener bajo control los costes de financiación. Las compras de deuda se han convertido en el aliado perfecto para que estados y empresas puedan obtener los recursos necesarios a precios atractivos y cumplir con los objetivos de financiación en un entorno de aumento de la deuda.
En las próximas sesiones el Brexit compartirá el protagonismo con los bancos centrales. El próximo jueves las miradas estarán puestas en Frankfurt en una jornada en la que los inversores esperan que el BCE anuncie nuevas medidas para impulsar la recuperación en un contexto en el que las restricciones puestas en marcha por las autoridades para contener la pandemia podrían derivar en una recesión de la eurozona en el cuarto trimestre. Entre las medidas que podrían anunciarse el próximo jueves se encuentra la ampliación del programa de compras frente a la pandemia (PEPP). El plan que ya fue aumentado en importe y plazo el pasado mes de junio, podría sufrir una nueva extensión. El mercado espera que Christine Lagarde anuncie una ampliación el programa en 500.000 millones y lo extienda hasta finales de 2021.
Powered by WPeMatico