El sector turístico español se enfrenta a un nuevo reto para salvar el segundo verano del coronavirus. Sus perspectivas en este momento dependen en gran medida del delicado equilibrio de fuerzas que mantiene al Gobierno británico, dividido entre quienes apuestan por relajar las restricciones de viaje y los que demandan endurecerlas todavía más. Este segundo caso supondría un duro castigo a la campaña de verano en lo que sería una especie de déjà vu con lo ocurrido un año atrás. La decisión (y buena parte del futuro de la industria), que se tomará esta semana, queda en manos del Ejecutivo de Boris Johnson.
Las empresas del sector rezan para que se imponga la postura de la facción liderada por el titular de Finanzas, Rishi Sunak, que pide no añadir nuevas restricciones por el daño económico que generan e incluso aboga por eliminar las trabas existentes. España se encuentra ahora en la lista ámbar, que implica para los viajeros que regresen al Reino Unido la obligación de guardar una cuarentena de 10 días, además de realizarse una PCR antes de emprender el viaje de vuelta y otra a la llegada, en el segundo día. La dureza de esta medida tiene, sin embargo, un pero. Londres introdujo a mediados de julio el matiz de exigir solo las PCR —y no el aislamiento— a los vacunados con pauta completa. En la práctica, esto supone relajar las restricciones casi al nivel de la lista verde —que implica viajes sin restricciones— y permite una normalización en las llegadas, ya que un 56,5% de los británicos están completamente inmunizados.
Pese a esta relativa mejora, el sector insiste en que la situación no es la ideal, especialmente por el encarecimiento de los viajes que ocasionan las pruebas PCR. Pero sí facilita cierta recuperación. “No hubo un boom de reservas de los británicos [cuando se anunció que podían volver sin aislarse a su regreso], aunque han entrado de forma constante desde entonces”, explican portavoces de Riu. Desde la cadena Playasol Ibiza Hotels coinciden en esta tendencia: “Experimentamos un retroceso en las reservas del mercado británico tras la decisión de incluir a Baleares en la lista ámbar de nuevo, pero la evolución se ha estabilizado. Los cambios en las restricciones afectan a todos los mercados emisores”, avisan fuentes de la hotelera.
Ahora, tras un mes de julio en el que la incidencia acumulada no ha hecho más que crecer (empezó el mes con 134 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días y acabó en 687 casos), gana enteros la amenaza de un endurecimiento de las restricciones de Londres. En la última semana se ha dado una pequeña tregua con el cambio de tendencia a la baja del nivel de contagios, pero falta por ver si es suficiente para que Downing Street no amplíe este jueves sus restricciones a los que lleguen de España.
En caso de que Londres endurezca su política, hay dos opciones sobre la mesa. El Gobierno baraja, por un lado, una nueva categoría, conocida como ámbar bajo vigilancia (amber watchlist, en inglés), según publicó el lunes el diario The Times. Esta nueva etiqueta, que estaría diseñada especialmente para España, supondría un serio aviso de que el Gobierno podría pasar al país de forma inminente y sin aviso previo a la temida lista roja, que implica incluso una cuarentena obligatoria en un hotel. En este caso, los costes, fijados en un precio cerrado de algo más de 2.000 euros, correrían a cargo del viajero. El Ejecutivo también estudia pasar a España a la lista ámbar plus, donde solo está Francia, que supondría nuevas limitaciones con carácter inmediato. En este caso, los vacunados con pauta completa también pasarían a estar obligados a guardar cuarentena al regreso al Reino Unido.
La industria de los viajes llega muy tocada tras casi año y medio de pandemia y con una situación financiera al límite. El verano se tornó más decisivo aún tras un primer semestre nefasto, por debajo del nivel de 2020, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Al analizar las pernoctaciones hoteleras y extrahoteleras de turistas nacionales e internacionales, uno de los datos preferidos por los expertos por reflejar el número de noches gastadas por los viajeros, la brecha es de casi el 74% respecto a 2019 y del 14% respecto al año pasado.
A 2021 le ha costado arrancar y el inicio del verano se ha retrasado. Algo asumible en un año normal, pero en esta ocasión llueve sobre mojado. 2020 fue nefasto y agotó la caja de resistencia que tenía el tejido productivo. Las empresas han quedado expuestas a cualquier vaivén del mercado y solo se sostienen por el apoyo público de los ERTE y por la esperanza de recibir las ayudas directas, anunciadas en marzo y que todavía no se han hecho efectivas. En este contexto, un portazo de Londres sería un varapalo difícil de superar. “Significaría cerrar las puertas al mercado británico, que es nuestro principal mercado emisor”, explica Carlos Abella, secretario general de la Mesa del Turismo. Esta situación dramática también la vive la industria de los viajes del Reino Unido, por ejemplo de sus turoperadores, que dependen en gran medida de la conexión con España. Este factor es el que más pesa para los defensores en el Gabinete de Johnson de que no haya restricciones más duras.
Según revelaba el pasado fin de semana The Sunday Times, la inquietud del responsable de Finanzas ha llegado a tal nivel que escribió formalmente a Johnson para demandar cambios urgentes. Según Sunak, el modelo actual estaría causando un serio daño para la economía y habría generado ya una severa desventaja competitiva ante rivales europeos. A su favor, cuenta con el apoyo del propio responsable de Transporte, Grant Shapps (el departamento que fija el denominado sistema de semáforo), de gran parte del Partido Conservador y, según las encuestas, de una mayoría de la ciudadanía.
Tras el incremento de los contagios provocados por la variante delta en el último mes, ahora llega el peligro de la variante beta, la que ha llevado a Francia a ser el único país integrante de la lista ámbar plus. España todavía mantiene a raya a esta nueva mutación del virus, aunque tiene muchas opciones de sumarse a Francia en el listado más restrictivo, según los medios británicos. ¿La razón? Una incidencia acumulada desbocada, muy superior a la del Reino Unido —356,4 casos en los últimos siete días, como se mide en el Reino Unido, frente a 286,6 casos— y un porcentaje de adultos con la doble pauta de vacunación inferior a la británica. España, en cambio, sí supera a las islas en proporción de población total con las dos dosis.
La economía española cruza los dedos para que Johnson deje todo como está. Por una parte, por lo que implica perder el mayor caladero de turistas extranjeros (en 2019 fueron más del 20% de las llegadas totales y gastaron casi 500 millones de euros semanales en agosto). Y por otra, por el efecto cascada que nuevas restricciones podrían desatar en los otros grandes mercados, especialmente Alemania (Berlín solo permite viajar sin cuarentena obligatoria a los vacunados con pauta completa) y Francia.
Las próximas semanas se antojan clave para el futuro de miles de empresas. Y para que el turismo se acerque más a lo que era antes de la pandemia y consiga al fin salir de una crisis que dura demasiado: “Llevamos un verano subidos en una montaña rusa, con subidas y bajadas de las reservas en función de las decisiones que se toman. Si el Reino Unido y Alemania cierran el grifo, el verano se parecerá más al de 2020 que al de 2019”, zanja el secretario general de la Mesa del Turismo.
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