La Comisión Europea presenta hoy su libro blanco sobre el futuro de la Unión Económica y Monetaria, que tiene como objetivo último la corrección de los defectos de nacimiento de la zona euro. El último borrador del documento, insta a los Estados miembros a poner «el pragmatismo antes que el dogma» y «la construcción de puentes antes que la desconfianza individual» para completar la Unión Económica y Monetaria.
El Ejecutivo comunitario plantea un avance de la integración en dos fases (2017-2019 y 2020-2025) y añade una «hoja de ruta posible» para alcanzar la meta. En ella, el Ejecutivo presidido por Jean-Claude Juncker propone que antes de que concluya 2025 la zona euro cuente con un Tesoro único, un Fondo Monetario Europeo, se apruebe la creación de una mecanismo para apoyar financieramente a países en crisis (llamado «función de estabilización central»), se cambie el tratamiento de las exposiciones soberanas de la banca y «se inicie la transición para emitir los llamados Activos Europeos Seguros», conocidos en el argot como ‘ESBies’ y que son una especie de ‘eurobono light’ que, eventualmente podría acabar siendo el embrión de los auténticos.
El diagnóstico de la Comisión Europea es claro: el euro, teniendo en cuenta pros y contras, es una historia de éxito, pero nació con importantes fisuras que necesitan ser corregidas. Básicamente, el documento dice que de la Unión Económica y Monetaria, la Monetaria, con el Banco Central Europeo, es la única que está «bien desarrollada», pero que, en cambio, la Económica «se ha quedado atrás». Según el Ejecutivo comunitario, lo que está en juego es el apoyo de base al proyecto de la moneda única.
«Años de bajo o nulo crecimiento han dejado cicatrices en el tejido social, económico y político de Europa. Muchos países están todavía sufriendo el legado de la crisis […]. Y aunque el apoyo a la moneda única es fuerte -e incluso va al alza- hay un cuestionamiento extendido del valor añadido del euro y de los mecanismos de la Unión Económica y Monetaria», afirma el informe.
Bruselas admite que el problema de fondo es la desconfianza entre los Estados. Unos piden más solidaridad antes de acometer reformas duras y otros piden más responsabilidad antes de otorgar esa ayuda. Por eso el enfoque de la Comisión trata de que ambas «vayan de la mano».
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