El ministro español de Economía, Román Escolano, Román Escolano, se encontró en su debut comunitario un panorama muy diferente, con crecimiento sostenido por todo el continente, creación de empleo y un gran debate abierto sobre gobernanza, pero ya no sobre supervivencia. Sin embargo, algunos de los enemigos siguen siendo los mismos que hace seis años: amenazas de guerras comerciales, recelos entre socios, una arquitectura institucional incompleta o mal diseñada y serios desafíos geopolíticos.
«El proteccionismo es siempre un error político», dijo ayer el nuevo ministro a su llegada. Con Trump en mente, pero sin duda con problemas mucho más cercanos también en la cabeza. Así se lo pudo comentar a la Comisión, que negocia estos días con Trump la imposición de aranceles. O a su colega italiano, Pier-Carlo Padoan, tras la pugna abierta entre empresas y gobiernos por el futuro de Abertis.
Escolano tuvo ayer su presentación en sociedad, con un encuentro bilateral con el presidente del Eurogrupo, Mario Centeno, y un intercambio con el comisario Pierre Moscovici. Cortesía, formalidad y poca sustancia de momento. Pero su tarea en 2018 no va a ser sencilla. Por un lado, España tiene que dejar atrás la ominosa etapa de seguir en el procedimiento de déficit excesivo. No está claro si el ejercicio anterior se cerrará con un 3,1% como está pactado o un 3% como muchos desean, hay dudas en Moncloa, en Economía, en Hacienda y en Bruselas.
Pero, aunque lo principal está ya hecho para conseguirlo, tras años de sufrimiento, hay que dar la puntilla y seguir con los ajustes y reformas pactadas. Por otro lado, la Eurozona se juega su reforma más importante en mucho tiempo, y esta vez en tiempos ‘de paz’, sin el miedo a una ruptura inminente del euro. Ocho países, el frente nórdico (bálticos, escandinavos, Irlanda, Benelux) se han posicionado en contra de las propuestas de la Comisión para una revolución ambiciosa, con un ministro del euro, un Presupuesto común, la transformación del Mede (el fondo de rescate) en un FMI a la europea o un mecanismo de absorción de crisis. Por no hablar de la finalización de la Unión Bancaria, con el fondo de garantía de depósitos pendiente.
Alemania no estaba entre ellos, porque lleva tratando de cerrar el asunto con Francia a su manera, pero «mira con simpatía» la declaración nórdica. Y ahí España y su ministro tienen que jugar un papel. El poder, en la UE, lo da el nombre, el prestigio y el saber moverse. Madrid, tras lustro y medio perdido, empieza a levantarse, a estar en algunas de las reuniones privadas importantes, pero no en todas. Guindos, como decano del Eurogrupo y tras su alianza asimétrica con Berlín (con más traiciones que alegrías), tenía voz y cierta influencia.
Pero Escolano parte casi de cero y tiene que darse mucha prisa para encontrar su lugar y marcar el terreno. Rajoy lo escogió por ser uno de los que «se saben los temas». Es verdad que entiende la UE, habla a la perfección el lenguaje de Bruselas y tiene contactos, pero no capital político. Ni en el Eurogrupo ni en Consejo de Ministros. Lo saben todos en Madrid y también en Bruselas y nada huele más fuerte en la burbuja comunitaria que la debilidad.
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