El supervisor recuerda al Gobierno la larga lista de tareas pendientes que debería abordar sin más dilaciones si quiere garantizar a medio y largo plazo una tasa razonable de incremento del producto interior bruto (PIB).
Así, destaca cómo la economía española ha completado una fase de crecimiento de más de cuatro años. Desde finales de 2013, el PIB ha crecido casi un 13% en términos acumulados, sobrepasando desde mediados de 2017 el nivel precrisis. En términos per cápita, el PIB se situó, al cierre del año pasado, casi un 1% por encima del nivel de 2007, recuperándose una parte de la pérdida acumulada frente al promedio de los países del área del euro durante la crisis.
El supervisor admite que este buen comportamiento de la actividad sorprendió a propios y extraños y se congratula de que ese mayor avance del PIB, que superó todas las previsiones, se esté llevando a cabo de una manera más equilibrada que lo ocurrido en anteriores recuperaciones. Destaca que buena parte de esa actividad se esté traduciendo en una mayor creación de empleo, pero, al mismo tiempo, y aquí viene el primer reproche a la política del Gobierno, subraya que la tasa de paro de finales de 2017, del 16,7%, continúa siendo muy elevada.
En este sentido, advierte que la economía española continúa presentando elemento de vulnerabilidad, que se unen a un entorno exterior donde persisten ciertos focos de riesgo e inestabilidad. «A pesar de los avances en la reducción del déficit público, el desequilibrio presupuestario estructural continúa siendo pronunciado y la corrección del elevado endeudamiento del sector está manifestándose, hasta la fecha, muy modesta», resalta el informe.
Por todo ello, el Banco de España marca al Ejecutivo la que, en su opinión, debería ser la agenda de reformas más urgentes que no pueden retrasarse por más tiempo dado que las condiciones tan favorables de financiación tienden a agotarse (ante los próximos cambios en la política monetaria). En insiste en que los llamados vientos de cola, como son los precios moderados de las materias primas o un expansivo entorno internacional, también parecen tener los días contados.
Para no decaer en la tarea de reducir el déficit estructural, el Banco de España recomienda actuar sobre el lado de los gastos, ya que cree que todavía existe margen para reducir ineficiencias, pero también sobre los ingresos.
Dice la institución que preside Luis María Linde que «existen márgenes para considerar una revisión y definición de la cesta de impuestos hacia estructuras más favorables al crecimiento potencial. En este sentido, los análisis disponibles muestran que España presenta un menor peso de la imposición al consumo sobre PIB que la media de la UE, lo que se refleja en una menor recaudación tanto por IVA como por impuestos especiales, en particular medioambientales».
Dicho de otra manera, el Banco de España ve margen para un nuevo incremento del principal impuesto indirecto, el IVA, y también recuerda que el sistema impositivo español cuenta con un nivel de beneficios fiscales elevado. Con ello se refiere a la existencia de numerosas exenciones, deducciones y tipos especiales reducidos, «que tienden a generar pérdidas de recaudación, así como posibles distorsiones sobre la eficiencia y la equidad».
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