La Reserva Federal despejó la semana pasada todas las dudas y dejó ya muy claro a los inversores cuál va a ser el terreno de juego para los próximos meses: un entorno de desaceleración económica en el que no habrá lugar para más subidas de tipos este año y en el que apenas se espera una nueva subida en 2020 antes de que pueda cambiar el ciclo.
La hoja de ruta de la Fed ha terminado por ajustarse así a la mucho más pesimista visión de la economía que anticipaba el mercado, aunque no por ello el mensaje del banco central estadounidense ha dejado de causar impacto. Su confirmación de un escenario de menor crecimiento que también afecta a la mayor economía del mundo tuvo como primer efecto la entrada masiva de dinero a la renta fija, con una intensidad que no se veía desde el mes de enero de 2018, y una desbandada en la renta variable.
Según datos recogidos por Bank of America, la semana que concluyó el 20 de marzo –día en que se conoció el mensaje de la Reserva Federal– se saldó con salidas de 20.700 millones de dólares (18.320 millones de euros) en la renta variable – de los que 11.400 millones de dólares correspondieron a ETF–, frente a entradas de dinero por 12.100 millones de dólares (10.700 millones de euros) en la renta fija.
Los inversores reaccionaron a toda prisa recogiendo beneficios en la renta variable, que ha tenido un fulgurante inicio de año. Y como sucede de forma recurrente en momentos de inquietud, se refugiaron de forma masiva en la deuda de mayor calidad, en un movimiento que se acentuó en las dos jornadas posteriores. El destino predilecto fue la deuda estadounidense, que ofrece un plus de rentabilidad frente a la europea, y también la alemana, activo refugio por excelencia pese a su mínima rentabilidad, mayor en cualquier caso al coste de dejar aparcado el exceso de liquidez en el depósito del BCE, donde se penaliza con el 0,4%.
La consecuencia ha sido la inversión de la curva de tipos en Estados Unidos, un fenómeno que a menudo ha anticipado la llegada de la recesión pero que en esta ocasión está condicionado por la fuerte influencia de los bancos centrales sobre el mercado de deuda, y la entrada en negativo del rendimiento del bono alemán a una década, una situación que no se daba desde octubre de 2016. Los flujos de fondos de la citada semana se concentraron en la Bolsa estadounidense –con salidas de 13.200 millones de dólares– y en la deuda grado de inversión, con entradas de dinero por 6.600 millones de dólares.
Las creciente señales de enfriamiento económico, confirmadas por las políticas de los bancos centrales, han acelerado una afluencia de dinero hacia la renta fija que ya venía de semanas atrás. Así, los fondos europeos de renta fija acumulan la mayor racha de entradas de dinero desde 2017, que dura ya tres meses.
En el balance global en lo que va de año, la renta fija ha captado un volumen de inversión de 77.851 millones de dólares (68.900 millones de euros), mientras que de la renta variable han salido 66.833 millones de dólares (59.140 millones de euros), según datos de BofA.
La intensa entrada de dinero en la renta fija ha vuelto además a elevar el volumen de bonos con rentabilidad negativa hasta los 11.000 millones de dólares (9.735 millones de euros), según datos de Bank of America, una cifra que había comenzado a menguar después del fin de las compras de deuda del BCE y del inicio de la reducción del balance de la Reserva Federal.
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