Los conflictos sobre la conocida como jornada a la carta, una de las medidas estrella de la última reforma laboral, están llegando cada vez más a los tribunales. A través de sus resoluciones, los jueces van perfilando el contenido y límites de este derecho de los asalariados a pedir una adaptación de su jornada que les permita conciliar trabajo y vida familiar. Una de las últimas sentencias, fechada en septiembre, abre la puerta a solicitar teletrabajar en aplicación de la jornada a la carta del artículo 34.8 del Estatuto.
En el fallo, un juzgado de lo social de Mataró da la razón a una fisioterapeuta que pidió salir media hora antes de la residencia en la que trabajaba para poder recoger a sus dos hijos en el colegio. La juez considera que la empresa no acreditó “de ningún modo” las dificultades organizativas que impedían flexibilizar el horario de la mujer, y le permite salir media hora antes y recuperar “si se prefiere” ese tiempo a distancia. Así mismo, condena a la empresa a indemnizar a la trabajadora con 3.125 euros por la ansiedad que le produjo la negativa.
En opinión del abogado laboralista Víctor Canalda, «del análisis realizado por la magistrada, se deduce que la medida de concreción es acorde con el principio de buena fe, y la oposición basada en causas organizativas no es de suficiente entidad para enervar el derecho de la trabajadora a concretar sus horarios». En especial, influye en el sentido del fallo el número de hijos, el horario del cónyuge y la viabilidad de adaptar horarios por parte de la empresa.
Según relata la sentencia, la empleada trabajaba como fisioterapeuta en una residencia de personas dependientes con reducción de jornada del 85 % por cuidado de menores. Su horario era de 9:30 a 18:30 los lunes y viernes, y de 9:30 a 16:30 los martes, miércoles y viernes. En junio de 2019, solicitó salir media hora antes (a las 16) para poder recoger a sus dos hijos del colegio. Según indicó, a su marido le era imposible porque finalizaba su jornada a las 19:30. Para recuperar esos 30 minutos, la mujer ofrecía varias posibilidades: empezar antes su jornada, trabajar 30 minutos desde casa, o realizar jornada intensiva (reduciendo a media hora el tiempo de comida).
La petición fue rechazada de plano por la residencia, que, sin valorar las propuestas de la empleada ni abrir un periodo de negociación, le comunicó la negativa un mes después por “motivos organizativos”. Según se le comunicó, no había posibilidad de adaptar su jornada, ni siquiera entrando 30 minutos antes, por el horario que tenían los residentes.
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